domingo, octubre 28, 2007

El otro día te vi...

El otro día te vi sentada en el viejo sillón de tu casa. Ese que está al fondo del largo pasillo que recorre un costado de los cuartos. Te invité a caminar. Hacía tanto que no caminaba; no recordaba lo que se sentía. Un paso, otro... tambaleaba, pero seguía tu paso. Seguía de tus pasos.
Recordé que quería hacer algo. Pero mi mala memoria no precisaba la acción requerida. Así que salí de mi cuarto, salí de mi casa, salí de mi colonia y fui a buscar mi algo. Caminé varios metros. Caminé tres cuadras. Volví a caminar otras cuantas más, hasta llegar de nuevo a mi casa. Seguía sin precisar lo que deseaba.
Decidí dejar por la paz mi pensamiento y salí de mi casa, directo a la tuya. Caminé. Me gustar caminar. A veces. Sólo cuando quiero pensar sin distraerme. Al llegar a tu casa recordé lo que quería hacer anteriormente, muy importante, pero decidí visitarte primero. Recordé: quería ir a tu casa.
Toqué a la puerta. Me abrió tu hermana. Me hizo pasar y me señaló el lugar donde estabas. Entonces te vi. Estabas sentada en el viejo sillón de tu casa. Ese que está al fondo del largo pasillo que recorre un costado de los cuartos. Me invitaste a caminar, pero estaba muy cansado. Mejor te miro, te dije. Y te miré. Largo rato, sólo en tiempo porque fue sólo un instante el que estuviste frente a mí.
Ya no te vi otra vez. Ya no te visité. Debería hacerlo, te extraño. Te extraño.